sábado, enero 25, 2014

Metalurgia Onírica

Tuve un sueño en el que estaba dentro de una enorme siderúrgica, estaban fabricando armamento para algún gran ejercito.

El aire se llenaban de humo negro que subía en espirales cegadores, un fulgor rojizo surgía de cualquier lugar a donde mirara y el calor era agobiante. Pero mi pecho, de alguna manera, se llenaba de orgullo; en este sueño no había preocupaciones por el medio ambiente, lo único que importaba era la producción. 

La visión del sueño fue corta, pero conmigo se quedo ese sentimiento de estar haciendo algo de valor, se sentía como si no solamente estábamos construyendo algo material, sino que estábamos construyendo el alma de una nación, su fuerza de voluntad, sus puños de acero para no dejar que nada ni nadie lo aplastara.

Comprendo ahora como algunos hombres de la historia se volvieron locos de poder, es imposible pararse frente a esta gran máquina y no sentir que se puede doblegar al mundo a la propia voluntad. 


miércoles, enero 22, 2014

Talento Perdido

Apenas voy cayendo en cuenta de que la última mitad del año pasado trabajé en una oficina que estaba justo frente a un Carl's Jr. y en todo ese tiempo nunca fui por una pinche hamburguesa.

viernes, agosto 24, 2012

Te voy a cambiar el nombre

Te voy a cambiar el nombre, pinche blog de a tres pesos. Voy a dejar atrás el nombre pocho que te puse alguna vez, cuando estaba chavo y se me hacía fácil.

Ahora te llamas Ignifugario.

¿Por qué? Sepa la chingada. Se oye bonito, me gusta y es paradójico.

Proviene de esta palabra que me hallé en la RAE:


Imaginen un lugar que te proteja contra el fuego, que no se pueda quemar, eso mero es un ignifugario. Y eso precisamente es este blog: Una recopilación de cartas, cuentos, anécdotas, pedradas y demás alimentos para el ego (el mío y el de otras personas) que jamás podrá ser quemado. 

Si bien puede ser eliminado o borrado, no podrá ser por medio del fuego y eso de alguna forma, me reconforta. 

Sergio.

lunes, marzo 19, 2012

El otro día fui a ver John Carter


El cine es y siempre ha sido una experiencia especial. La tecnología, avanzada tal cual es y lo que le falta, no ha podido igualar la sensación de sentarte en una sala de cine frente a la enorme pantalla, con las luces apagadas y el sonido envolvente. Y la experiencia de ir al cine por primera vez queda marcada como uno de los eventos más inolvidables de nuestras vidas. Y no importa cuantos años pasen, cuantas innovaciones tecnológicas aparezcan, ir al cine es un clásico que difícilmente pasará de moda.

John Carter es un intento de regreso a los clásicos. Basada en el libro “Una Princesa de Marte”, escrito por Edgar Rice Burroughs hace 95 años, tiene todos los elementos de una aventura fantástica, una historia de ciencia ficción con un toque de cuentos de hadas. Tiene al héroe, al villano, a la princesa que debe ser rescatada y un reino entero que hay que salvar de su inminente destrucción.

John Carter es un ex-soldado confederado con un pasado tormentoso; nunca ha sido un hombre que busque la guerra, pero prefiere estar preparado para ella. Después de los eventos de la guerra civil estadounidense, John Carter se ve envuelto por la fiebre del oro y en su búsqueda por riquezas; encuentra de manera accidental un boleto a Marte, donde se ve en medio de otra guerra civil  y deberá elegir a lado de quien luchar.

Yo me confieso un aficionado de las historias fantásticas, de la ciencia ficción y de los cuentos clásicos. John Carter es una película dinámica, con una historia que tal vez se sienta repetida. ¿Y por qué no? Si muy probablemente fue este libro el que haya inspirado a varias generaciones de escritores y cineastas.

John Carter me transportó a mi niñez, volví a ser ese niño de 12 años que se emocionó al borde de la euforia cuando vio Star Wars por primera vez; ese que devoró los libros de Harry Potter y La Materia Oscura. Fue un viaje para todos los sentidos, las imágenes, la música, la historia, los personajes; todo embonó perfecto y de repente estaba sumergido en la historia. Estaba en Marte, en medio de la guerra y deseándole suerte a los buenos para que ganaran la batalla. Todo libre de recursos hollywoodenses, como los twists y clichés que ahora consideramos “realistas”.

La historia no guarda sorpresas para aquellos que han leído un libro de fantasía o de ciencia ficción o para aquellos que hayan ido al cine en los últimos años; pero eso no significa que la historia no sea hermosa, maravillosa e incluso hasta inspiradora. 

A veces es bueno regresar a los clásicos, donde los buenos son buenos, los malos son muy malos y quieres que el bien triunfe sobre el mal y todos vivan felices para siempre. John Carter ofrece aventura, esperanza y emoción durante todos los 132 minutos de duración. Es un viaje frenético, que nos sumerge casi sin que nos demos cuenta en un mundo al que no muy pronto querremos abandonar. 

Creo que está de más hablar de los aspectos técnicos, los efectos especiales son de primer nivel; lo más destacado para mí sería la edición, que logra un ritmo energético y lo mantiene hasta el clímax, la cinematografía tiene sus puntos fuertes y a través de ella se percibe un homenaje a los viejos seriales de matiné de Flash Gordon y a los Westerns, mención especial a una toma amplia que muestra una persecución entre soldados americanos y apaches. 

Al ver John Carter no podremos evitar que nos recuerde a otras tantas películas, no debemos olvidar que ésta muy probablemente sea la historia que lo empezó todo y que inspiró muchas otras que hoy, para nosotros, son más familiares. 

Un libro fantástico y lleno de aventura, encontró casi 100 años después de su publicación, la adaptación que se merecía. Vayan a ver John Carter, vayan y rencuéntrense con su niño interior; vuelvan a creer que el bien siempre triunfa sobre el mal, vuelvan a sentir la emoción de ir al cine por primera vez.

Yo, muy probablemente, iré a verla otra vez.


Sergio.

lunes, marzo 05, 2012

Dos y siete

Así es, mis amores, dentro de unos minutos el calendario marcará el 6 de Marzo y oficialmente habré cumplido 27 años de vida.

No soy estrella de rock, ni de pop, así que no espero mi muerte súbita como muchas leyendas que escogieron esta edad para petatearse, yo me la llevo tranquilo; esperando mi tiempo para tomar al mundo por sorpresa y conquistarlo.

Si usted, el que lee estas líneas, está planeando en decirme algo como “Ya estás viejo” o “Pinche ruco” o “Sí, si te quiero Sergio, pero ya suelta ese cuchillo”; no se preocupe ya lo sé y además, ni que usted estuviera tan bueno(a).

27 años y honestamente ni los siento, no les voy a recitar frases hipócritas auto motivadoras diciendo que la juventud es un estado de ánimo y la chingada. Yo aún siento que soy el mismo pendejo que era a los 16, unos cuantos golpes de más, uno que otro dolor y muchas, muchas alegrías; pero aún así no muy diferente de aquel que se la pasaba todo el día en la prepa grillando.

Como le dije en año nuevo a cierta psicóloga que ya andaba media borracha, soy responsable en mi trabajo, en mi casa y hasta en la escuela; tengo a derecho a ser un mocoso inmaduro pendejete en todo lo demás. No deberían apurarnos tanto a crecer, si a madurar, pero no por eso deberíamos perder ese espíritu aventurero y hasta cierto punto, estúpido, que nos acompaña en nuestros años de desmadre. 

Eso de que no debemos perder nuestra capacidad de asombro es cierto, hagan caso. Si actuamos como si el mundo ya no nos sorprendiera, entonces se va a guardar sus maravillas para alguien más.

Yo por lo pronto, voy a hacer algo estúpido. Estúpido y a alta velocidad. 

Feliz cumpleaños, pinche morro valeverga :)

Sergio.

sábado, febrero 25, 2012

Ya no creo en el Karma

Mi concepto de Divinidad es un mosaico incompleto y está lleno de pedazos y retazos de otras doctrinas y creencias. Soy católico por tradición, mi familia es católica y esa es la religión que me inculcaron; estoy bautizado, fui al catecismo e hice mi primera comunión. Así que la religión católica vendría a ser mi base en lo divino, aunque sólo me haya confesado dos veces y comulgado tres en toda mi vida.

A través de los años, me he percatado de lo incongruente que son las religiones y he ido formando mis propias ideas sobre Dios; recuerdo que la primera fue qué, si Dios está en todas partes, ¿Por qué tenemos que ir a un edificio especial cada semana para estar cerca de Él? No es mi intención criticar a aquellas personas que son creyentes y que van a misa cada domingo, sólo intento explicar cómo llegue a mi pensamiento actual sobre la religión.

Después empiezas a ver películas, a leer libros o a involucrarte con personas que cuestionan su realidad y la tuya. Cada historia, ya sea en una película o un libro, provienen de la mente de una persona; cada idea que cuestione nuestra realidad surge de un ser humano como nosotros. Y como seres humanos, tenemos derecho a poner en duda cualquier teoría que nos pongan en frente o a tomar de ella la parte que, a nuestro parecer, tenga sentido.

Así es como forjé mi idea sobre Dios y la divinidad, una idea que es más bien una mezcla de la religión católica, el concepto del Karma y la creencia de que cada uno de nosotros tiene un toque de divinidad por dentro. Algo así como que si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, entonces todos tenemos algo de dioses, tal vez a menor escala.

Pero no importa que tanto lea, que tanto sepa o que tantos descubrimientos científicos develen los misterios del universo, prefiero crearme mi propio concepto de un ser supremo. Estoy consciente que en el mundo hay personas 100% convencidas de que no existe un Dios y que todo se rige por el azar; pensar de esa manera me causa una ansiedad indescriptible; por el momento estoy cómodo con mi creencia.

Hace unos años descubrí el I Ching, los que no sepan a que me refiero pueden averiguarlo acá. Cuando descubres algo como el I Ching, no te sorprendes para nada, primero lo ves como algo curioso, después como algo interesante; después te das cuenta que ha existido por más de 2500 años y que la filosofía que hay detrás es vasta. No fue sino hasta que leí la saga de La Materia Oscura de Philip Pullman, que empecé a tomar interés en el libro de las mutaciones. De todos los lugares en que pude haber encontrado confirmación de que el universo está en constante comunicación con nosotros, la fui a encontrar en un libro etiquetado "Para niños".

Y así es como voy tomando pedazos de aquí y de allá para crear mi propia deidad, en la escuela descubrí que a eso se le llama fetichismo, sin ninguna connotación sexual, sólo significa que vamos modificando a Dios hasta que lo adaptamos a nuestras necesidades y justificaciones. 

Parte importante de mis creencias es que el karma existe y que si uno obra mal, recibirá su castigo de acuerdo a la magnitud de sus acciones; pero hace unos días, consulté el I Ching y encontré algo que llamó mi atención en el trigrama número 51, básicamente explica que los problemas y las desgracias son una consecuencia natural de nuestros errores, nunca de nuestras culpas. Vivir con temor al Karma es pensar que nuestras desgracias son consecuencias de nuestras culpas y que, en consecuencia, debemos expiar nuestras, malas acciones para  deshacernos del sentimiento de culpa. Lo que entendí del I Ching es que debemos deshacernos de la culpa completamente y corregir nuestros errores, eso es lo que soluciona las cosas, las acciones y no sólo afligirse al respecto. 

Tomar responsabilidad por nuestros errores implica una acción, ya sea que ésta lo solucione o no. El sentimiento de culpa es algo que tenemos ya tan arraigado en nuestra idiosincrasia que es difícil separar una cosa de otra, pero uno puede sentirse culpable por algo sin hacer nada al respecto para remediarlo, esa es la gran diferencia. 

Y ya para cerrar todo esto, en el mismo trigrama 51, el I Ching nos recuerda que también  debemos tener en cuenta, que las desgracias tienen el tamaño y la fuerza que nosotros les damos.


Sergio.

domingo, febrero 12, 2012

Voy perdiendo

Oh, la nostalgia. La añoranza de algo que no se puede tener. La estupidez.

Mi "inquebrantable" fuerza de voluntad y yo, habíamos decidido mandar al carajo a cierta morena que no hacía más que subirse el ego con nosotros. Fue una decisión unánime y definitiva. 

Hay, ajá.

Esta tarde recibí una llamada de un número desconocido, contesté y escuché mi nombre en la voz de mi vecina-casi hermana. Pero por un ínfimo instante, por una pequeñísima fracción de segundo, su voz se pareció tanto a la de Ella y me dio un mini paro cardíaco. 

¿No qué no, cabrón?

Pinche corazón traicionero y pendejo. Estoy pensando muy seriamente aventarme un segundo round.

Alguien pinche deténgame, chingado. 


Sergio.

martes, febrero 07, 2012

Nada que hacer aquí

Estaba frente a mi lap top haciendo nada, pero muy concentrado en ello; cuando de pronto pasó un objeto borroso que sólo pude percibir con el rabillo de mi ojo izquierdo.

No creo en fantasmas, así que debo asumir que las cuizas adquirieron super velocidad.

Voy a quemar mi casa.


Sergio.

miércoles, noviembre 16, 2011

Síndrome de abstinencia

Llevo dos semanas sin fumar, sin tocar un cigarro ni siquiera sin prender. No sé ni porque dejé de fumar, supongo que mi subconsciente al saberme desempleado anda de ahorrador; lo curioso es que no he andado de mal humor, no más de lo usual pues. Han habido algunos días que el antojo es fuerte, pero hasta el momento me he podido controlar.

Mi vida, como la de todos, está enlazada permanentemente a otras vidas, a otras personas, otras cabezas, otros mundos. Y es curioso como no se necesita de una sincronía para relacionarse; algunos andamos en el enamoramiento, mientras otros en el despecho y el desamor. Podría darse un problema de comunicación pero nunca una falla permanente.

Esta noche he servido de DJ para un corazón roto, creé un playlist lleno de amargura que exaltaba a los sentimientos de abandono y ausencia, quedé asombrado de mi capacidad de llenar una lista con canciones para dolidos, como si estuviera siempre prepaprado para lo peor, pero sirvió su propósito. Y es que a veces es bueno sacarlo todo, dejar que los expertos en malas experiencias cuenten tu historia en canciones mientras Mayahuel te consuela con el fruto de sus senos y te exige a gritos que le entregues tu sufrimiento.

Pero el verdugo puede matar sin estar él aún condenado, este DJ de mala muerte anda en otro mundo, uno más placentero; habitado por la bendita ilusión y exquisita ingenuidad del enamoramiento.

Cuando la dosis fue administrada por completo y aquel corazón roto se apaciguó, me quedé con ese dulce sabor que sólo le puede surgir en las madrugadas a quien anda pensando en futuros inciertos.

Cambiaron los temas y los géneros, unas voces más amables me hablaron de amor, de la añoranza y la emoción de hacer todo con alguien por primera vez, comprobando así que hay distintas maneras de hacer sufrir. Me convertí en mi propio verdugo.

¿Qué hace la gente que no fuma en momentos como este?


Sergio

lunes, octubre 10, 2011

Nostalgia por el presente

Aclaro que estoy escribiendo esto después de haber visto "Midnight in Paris", quienes ya la hayan visto que bonito y quienes no, si no quieren verla no la vean, a mí me gustó (que no es lo mismo a que me haya encantado).

Estoy un poco cansado de no vivir en mi tiempo, de glorificar el pasado o de estar a la expectativa de un futuro qué, admitámoslo, probablemente nunca llegue. Ya lo he dicho antes, vivimos en un tiempo muy peculiar, los seres humanos de ésta época estamos experimentando cosas que ningún ser humano en otro segmento de tiempo había experimentado, y lo mejor de todo, no sabemos a donde vamos.

Se pensaría que el hecho de no saber hacia donde vamos, ofrece posibilidades casi infinitas, pero es esta misma incertidumbre la que nos limita; en otras palabras, podemos hacer tantas cosas que al final no hacemos nada.

Añoramos un pasado que no fue nuestro y deseamos un futuro por el cual no nos esforzamos en realizar, y en el proceso nos olvidamos de vivir. No quiero sonar sardónico, no estoy hablando de filosofías como la de "Carpe Diem" en la que se nos anima a vivir al máximo y disfrutar de cada detalle de la vida. No, estoy hablando de vivir en el presente y de dejar de juzgarlo en base al pasado o futuro.

Un claro ejemplo de lo que estoy hablando es facebook: Vivimos aferrados al pasado, e incluso todo lo que leemos en facebook son cosas que fueron; seguimos ligados a personas que formaron parte de nuestras vidas hace un tiempo y qué, en el curso natural de las cosas, ya habríamos olvidado. Facebook es una buena herramienta para seguir en contacto con personas que apreciamos, en tanto no se convierta en el único canal para hacerlo.

Desperdiciamos tiempo valioso mirando el pasado de otras personas y a la vez el nuestro. Y ahora, miramos a nuestro presente en base a cómo se verá en un futuro cercano, es la paradoja del que va a la fiesta a tomarse fotos para después subirlas a facebook y se le olvida que la fiesta está pasando en ese preciso momento.

La maravillosa contradicción es que en mi facebook encontrarán un álbum de fotos titulado "La Nostalgia", en su mayoría esas fotos fueron tomadas cuando estaba en la prepa. Antes de que existiera un facebook, antes de que las redes sociales fueran una moda. Son fotos que me encantan por auténticas, porque al verlas sabes que mientras las tomaban, la gente en ellas estaba disfrutando su presente. Nunca fue la intención que fueran vistas por alguien más que quienes en ellas participan, por eso no encontrarán poses, ni risas fingidas.

El tiempo se escapa rápido, es bueno que ahora existan más medios para documentar el presente, pero ello no debería modificar la forma en que lo disfrutas, no querrán voltear al pasado y ver sólo un montón de sonrisas vacías.


Sergio.